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domingo, 19 de febrero de 2012

LA LEY DE LA SOBERANÍA DE DIOS


No hay éxito en la vida cristiana sin entender el concepto de la ley de la soberanía de Dios.

            En este mundo hay dos sistemas en los que operamos. Uno es el sistema del mundo y otro es el sistema del Reino de Dios. En el sistema del mundo, hay leyes que operan. Una de estas leyes es la ley de la gravedad. Usted puede decidir ignorar la ley de la gravedad, pero si usted salta de un edificio alto, ¡la ley de la gravedad lo convencerá rápido de su existencia!

            El Reino de Dios tiene leyes de operación iguales a la ley de la gravedad. A veces las personas niegan las leyes de Dios y las violan. Ellos sufren devastación de la misma manera que si violaran la ley de la gravedad. La persona que quiere éxito en su vida cristiana, vivirá su vida conforme a las leyes del Reino de Dios. Incluso los no creyentes que viven sus vidas de acuerdo con las leyes de Dios en Su reino, tendrán cierto grado de éxito en sus vidas. Cuánto mayor éxito tendrá un creyente en Jesucristo que conforma su vida a las leyes de Dios. (Salmos 103:19 Proverbios 16:9)

viernes, 3 de febrero de 2012

¿CÓMO PUEDO PERDONAR AL QUE ABUSÓ DE MÍ CUANDO TODO LO QUE SIENTO ES ODIO Y RABIA?


No necesita sentirse culpable de esos intensos sentimientos. Dios nos diseñó para sentir una fuerte respuesta emocional al mal. Su natural repugnancia al pecado (del que la gente no se arrepiente) no es mala en sí misma, ni tampoco debe considerarse contraria al perdón. El perdón nunca ignora el daño que alguien nos ha causado. Pero aunque no tiene que sentirse culpable por escandalizarse, es bueno que sea consciente de ello. El que conozca sus sentimientos hará posible que ellos mismos le instruyan, en vez de que le consuman.
Efesios 4:26 dice: “Airaos, pero no pequéis.” La ira en sí misma no es mala. Lo que es malo es ser controlado por ella de tal manera que lleve al pecado. Nuestra ira puede estar parcialmente motivada por una rabia justa, pero a causa de nuestra naturaleza caída, un elemento de nuestra ira siempre es como la furia de una bestia peligrosa, arraigada en una lascivia de poder y venganza. Es por eso que aunque no podamos impedir que salgan nuestros sentimientos naturales, necesitamos hacernos cargo de cómo respondemos a ellos. (Gén 4:7