No necesita sentirse culpable de esos intensos sentimientos.
Dios nos diseñó para sentir una fuerte respuesta emocional al mal. Su natural
repugnancia al pecado (del que la gente no se arrepiente) no es mala en sí
misma, ni tampoco debe considerarse contraria al perdón. El perdón nunca ignora
el daño que alguien nos ha causado. Pero aunque no tiene que sentirse culpable
por escandalizarse, es bueno que sea consciente de ello. El que conozca sus
sentimientos hará posible que ellos mismos le instruyan, en vez de que le
consuman.
Efesios
4:26 dice: “Airaos, pero no pequéis.” La ira en sí misma no es mala.
Lo que es malo es ser controlado por ella de tal manera que lleve al pecado.
Nuestra ira puede estar parcialmente motivada por una rabia justa, pero a causa
de nuestra naturaleza caída, un elemento de nuestra ira siempre es como la furia
de una bestia peligrosa, arraigada en una lascivia de poder y venganza. Es por
eso que aunque no podamos impedir que salgan nuestros sentimientos naturales,
necesitamos hacernos cargo de cómo respondemos a ellos. (Gén
4:7)
Jesús nos dijo que amáramos a nuestros enemigos. Amar significa procurar lo mejor para la otra persona. A través de nuestra relación con Cristo podemos encontrar la fortaleza para procurar lo mejor para aquellos que nos han hecho daño. Pero procurar lo mejor para los demás incluye hacerlos responsables de su pecado (Mateo 18:15-17).
No hay nada de amor en proteger a una persona que hace mal
de la fealdad de su pecado. Jesús no ayudaba a los malvados que procuraban
ocultar sus obras. Aunque Él era la personificación del amor, calificó
verazmente a la gente que resistía la verdad a consciencia de víboras (Mateo
12:34), ladrones (Mateo
21:13), sepulcros blanqueados (Mateo
23:27), mentirosos (Apocalipsis
3:9) y homicidas (Juan
8:44).
El asunto clave es la actitud del que abusó de usted. Jesús
dijo claramente que el perdón y la reconciliación están vinculados al
arrepentimiento (Lucas 17:1-4). Es sólo cuando un
ofensor confiesa su pecado voluntario que podemos perdonarlo justamente por lo
que ha hecho. Este hombre tendrá que arrepentirse sinceramente para beneficiarse de la gracia de Dios (Levítico 26:40-42; Job
42:5-6; Salmo
32:5; Proverbios
28:13; Jonás 3:8-9; Lucas
15:21; 2 Corintios 7:9-10; 1
Juan 1:9). Aunque podemos orar por un ofensor y tomar medidas para buscar
la restauración, la relación no se puede sanar hasta que él haya hecho lo
correcto para aceptar la responsabilidad de sus malas acciones pasadas.
¿De verdad es parte del amor confrontar tanto? Sí. A veces
es el único curso de acción que demuestra amor. La confrontación puede ser el
primer paso para probar que usted cree en el potencial de piedad de una
persona. Es probable que el rey David no se hubiera arrepentido de su maldad al
tomar la mujer de otro hombre y planear la muerte de su esposo si el valiente
profeta Natán no le hubiera contado una parábola que representaba su pecado en
toda su fealdad ni hubiera dicho: “Tú eres aquel hombre” (2 Samuel 12).
Este patrón refleja la manera en que el mismo Dios lidia con
nuestro pecado. La Biblia declara que Dios puede perdonar todo pecado,
incluyendo el más cruel e intencional. El mismo Dios pagó el precio de la
reconciliación con todos los pecadores (Juan
3:16; Romanos 3:24-25;Efesios
1:7; 1
Juan 4:9). Pero aunque Dios proporcionó la base para el perdón, no impone
el perdón a nadie contra su voluntad. También espera que los que nos han hecho
daño hagan restitución cuando sea posible, o tomen las medidas necesarias para
reducir al mínimo las probabilidades de perjudicar a otros (Isaías
1:16; Lucas 19:8-10; Juan
8:11; Hebreos
10:26).
Sus sentimientos de ira son un factor importante para
impedirle ofrecer un perdón prematuro que permitiría al abusador restar
importancia al mal e ignorarlo. Sin embargo, sus acciones no deben estar
basadas en su ira, sino en una disposición a honrar y obedecer a Dios (Éxodo
23:4;Proverbios
24:17; 25:21-22; Mateo 18:21-35; Efesios
4:32; Colosenses
3:13; 1
Tesalonicenses 5:15).
En Cristo, Dios nos da el supremo ejemplo de perdón. Su
ejemplo deja claramente establecido que no debemos estar alimentando odio ni
deseando venganza. Más bien debemos estar dispuestos a perdonar siempre.
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